
Una propuesta que desborda los límites de la música para adentrarse en el territorio de lo teatral y lo simbólico.
Desde hace más de una década, La Bande-Son Imaginaire ha transitado por los escenarios de México y diversos países.

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La banda conformada por los hermanos Óscar y Heri, acompañados por Bram, ha logrado consolidarse como un fenómeno escénico que rompe moldes y genera conexiones profundas con públicos diversos, gracias a su libre fusión de música, literatura, cine, danza y más.
Acerca de su proceso creativo, sus inicios en el arte y cómo han logrado construir una base de seguidores sólida y cada vez más fiel, platicamos con ellos…

La propuesta de la banda integra distintas artes: música, teatro, literatura, cine. ¿De dónde surge esta vocación multidisciplinaria? ¿Viene de familia o fue algo que apareció en ustedes?
Oscar: En mi caso, apareció desde muy joven. A los seis o siete años ya sabía que quería hacer arte, aunque en mi familia no hay antecedentes de artistas. Fue algo espiritual, casi como una obsesión. Desde los 16 tenía una compañía de teatro, y a los 19 ya estaba en una banda. Después fundamos este proyecto que se transformó en La Bande-Son Imaginaire.
Heri: Somos hermanos y desde niños exploramos juntos muchas cosas. Yo estaba cansado de que todos quisieran ser abogados o ingenieros, y quería algo que me apasionara de verdad. Empecé a tocar teclado a los nueve años y luego estudié en una escuela de artes donde tuve contacto con teatro, danza, música y artes plásticas. Esa formación marcó nuestro enfoque integral.
Bram: Yo tampoco tengo familia de artistas, pero mis hermanos y yo nos inclinamos al arte desde pequeños. Empecé con danza folclórica y mis papás, aunque no eran artistas, siempre buscaron que accediéramos a otro tipo de enseñanzas. Las casas de cultura y programas sociales me permitieron estar cerca del arte, y para mí siempre fue natural ver todo como un todo: poesía, danza, escenografía… El arte nunca fue algo separado.
Su show en vivo va mucho más allá de un setlist. Hay máscaras, luces, escenografía. ¿Cómo trasladan el concepto artístico al escenario?
Oscar: El proceso es completamente caótico… pero creativo. A veces una canción trae imágenes que se transforman en una idea visual, otras veces todo ocurre en el momento. No hay un método único. Antes de un show podemos decidir: “hoy vamos a hacer esto”, y simplemente lo hacemos. El caos se convierte en orden cuando pasa por nosotros, y eso es parte de la magia del proyecto.
En los últimos años se ha notado un crecimiento evidente en el reconocimiento hacia La Bande-Son Imaginaire. ¿Qué creen que ha contribuido a ese posicionamiento?
Heri: Creo que la clave es la originalidad. Tratamos de hacer cosas que otros no han hecho: integrar todas las artes en un solo proyecto abre un universo infinito de posibilidades y eso conecta con la gente.
Bram: Para mí, es la cantidad de elementos que incluimos, pero no de forma arbitraria. Cada pieza tiene una razón de ser. Eso hace que públicos muy distintos encuentren algo con qué identificarse. Lo personal se vuelve colectivo.
Óscar: También está el uso de lo simbólico. En cada show hay elementos que operan a nivel inconsciente. La gente no siempre lo racionaliza, pero se queda con ellos. Eso genera fidelidad y transforma el proyecto casi en una experiencia de culto… aunque el público no lo sepa conscientemente. La Bande-Son Imaginaire no es una banda cualquiera. Es una experiencia que se siente, se mira, se interpreta y se vive desde múltiples ángulos. La riqueza simbólica de su propuesta y su apertura al caos como motor creativo los ha hecho conectar con audiencias que buscan algo más que música: buscan un ritual estético, una catarsis compartida.
El próximo 12 de julio, Guadalajara podrá sumarse a esa ceremonia sonora en el C3 Stage, donde el arte escénico se funde con la música para ofrecer algo único e irrepetible.
